Por Juan I. Martínez Dodda

¿Por dónde empezar a justipreciar la situación lanera? Separemos las aguas (aunque, claro está, el negocio es un todo). El clima: hace dos años que se registra un menor régimen hídrico, sin embargo, dependiendo de la zona, las majadas han entrado bien al invierno por unas lluvias recibidas en otoño. Aunque desde mayo, no llueve y el invierno se adelantó complicando lo que viene.

Por el otro, están los números: en el mercado internacional, los precios que se están pagando por las lanas finas están bastante bien. No son los precios récord de hace unos años atrás, pero sirve. En cambio, las lanas gruesas están buscando otra salida porque no tienen precio.

Sin embargo, la rentabilidad de los productores está complicada. La raíz del problema es trabajar con un dólar de dos caras, el oficial para vender, el paralelo para comprar insumos. Atado a esto, la suba de costos que hace (no sólo de la actividad ovina, sino de casi todo) complicada la operatoria. “No se sabe qué valen las cosas”, dicen. También va a aumentar a través de paritarias el salario del personal (estiman entre 60 y 70%) que, en muchas zonas, incluso, escasea.

Los productores marcan que se vende a dólar oficial y los insumos se pagan al blue

Como frutilla del postre (o estocada final, como se guste) está la acción de predadores como pumas y zorros que van matando ovejas, los guanacos que se comen el alimento de las majadas (el pasto) y los cimarrones (perros salvajes), que también hacen su parte en los establecimientos cercanos a las ciudades.

Ante este panorama, que genera incertidumbre, bronca y angustia, algunos productores, desahuciados, prefieren ni hablar. Se agranda la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, los insumos aumentan o no aparecen. Santa Cruz Produce pudo dialogar con productores y asesores ovinos para conocer de primera mano cómo están atravesando este momento. Muchos han quedando en el camino, sobre todo en las zonas más frágiles de la meseta central de la provincia.

Lo productivo

Desde los primeros días de mayo no cae ni una gota de agua”, abrió el fuego Erwin Anderson, productor ovino que, desde 1985, está a cargo de la estancia Cerro Bombero, sobre la ruta provincial 25, a 70 kilómetros de Puerto San Julián, camino a Gobernador Gregores. “Antes sí había llovido y eso nos dejó algo, ahora hay que esperar que llueva algo, que venga un poco de humedad, porque encima el invierno empezó anticipado, es tan crudo como los de hace 30 años”, ratificó el productor.

Los Halliday son parte de la historia santacruceña. De la población misma de estas tierras. Eduardo Halliday, su mujer, sus hijos y nietos continúan el legado que recibieron en Estancia Los Pozos, en la zona de Güer Aike. Buscan un camino de producción sustentable con certificaciones para revalorizar la lana en mercados exigentes.

Estamos entrando al invierno mejor que el año pasado, pero eso no quiere decir que estemos bien, acá los vehículos levantan tierra todavía, no ha llovido en mucho”, contó. Y agregó: “Los animales están bien todavía, entrando bien al invierno, pero tenemos todos los molinos andando como si fuera verano, porque agua natural no hay para la hacienda”.

Ricardo Fenton, gerente MPM (Merinos Multi Propósito) en Santa Cruz y la región, contó que vienen de “dos años con muy poca o nula primavera, lo cual ha restringido severamente la oferta forrajera y en algunas zonas con un invierno muy complicado”. “Desde lo productivo está complicado, incluso en algunos lugares que las napas han bajado tanto que algunos campos han tenido que bajar los caños de los molinos para llegar al agua y todo esto va a repercutir en las señaladas, en la cantidad de lana y con corderos más livianos”, anticipó.

Lo económico

Hasta allí, lo productivo. Pero hay una realidad económica mundial y nacional que no da respiro. “Hay demanda para algunos productos, pero ha habido muchos problemas de logística a nivel mundial que nos afectaron acá”, contó Fenton. Y destacó: “En otro momento el mercado lanero se hubiera desplomado con una pandemia como la que atravesamos y ahora con la guerra, sin embargo, a pesar de haber bajado respecto de los históricos precios de 2014/15, se ha mantenido para las lanas finas y amerinadas por debajo de 22 micrones, porque las más gruesas se han complicado mucho”.

Fenton contó que en Nueva Zelanda, incluso, están investigando qué hacer con lanas gruesas para incorporar en construcciones en seco u otros usos, porque en la industria textil no van.

Ahora bien, al echar un ojo sobre lo que está sucediendo en el mercado interno, Fenton lamentó que “todos los indicadores están en contra de la inversión”. Y graficó: “Hemos tenido semen congelado parado en el exterior de carneros que eran de punta, que hubieran hecho un gran impacto en los establecimientos, generando mejoras y eficiencia, todo eso se ha parado”.

También se han frenado las inversiones para hacer mediciones de DEPs (Diferencias Esperadas de Progenie, es una herramienta que permite seleccionar la descendencia según características deseadas) o la compra de caravanas electrónicas para hacer un seguimiento de cada animal.

“Herramientas que permiten mejorar la producción en las cabañas, que es el germen de todo, es lo que ofrece luego a los productores el motor de su mejoramiento”, dijo Fenton. “Las cabañas están muy restringidas en hacer esas inversiones porque se cotiza la lana en dólares pero les pagan en pesos, y cuando tenés que invertir está al dólar paralelo”.

La incertidumbre que se vive en el país se siente también en el campo santacruceño

“El panorama argentino es complicado, los costos se van para arriba, si cobraste en pesos imaginate, la lana la vendemos a menos que el dólar oficial por unas quitas que nos hacen y la buena, si tenés lana fina, porque la lana por arriba de los 25 micrones no vale nada”, contó Halliday. Y agregó: “Entonces, los que tienen lanas finas salvan un poco el negocio, los que tienen lana gruesa lo tienen que defender con la carne, pero al no haber pasto no hay tanta producción y todo se complica aún más”.

Un dato: el último año los corderos ya tuvieron una merma de peso a la venta, en vez de los 10-12 kilos promedio anduvieron en los 9-10.

Habrá que ver cómo transcurre el invierno y cómo llegan a las fiestas.
A esto hay que sumarle, según Halliday, la falta de mano de obra: “La gente no quiere trabajar en el campo, no les gusta, y para nosotros, además, es caro mantener mucho personal”. Y otra cosa, los trámites: “Antes la persona que se encargaba de los papeles, la burocracia, iba una vez por mes, después empezó a ir una vez por semana y ahora va todo el tiempo, eso también significa un costo”. Halliday suma otro problema: el de la fauna que se come el pasto (los guanacos) o las mismísimas ovejas (puma, zorro, perros).

Para Anderson, el gran problema es el “tipo de cambio” que los “perjudica”, porque el valor de la lana no está “tan mal”. “Y el costo de producción se ha ido por las nubes”, enfatizó.

Esta es la realidad que viven los productores, en su mayoría pequeños, muchos de ellos que van quedando solos porque sus hijos ya no quieren seguir en una actividad por la que vieron sufrir a sus padres. Otros ya dejaron ellos mismos y abandonaron el campo.

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