Nieve, surcos gigantes, barro y pasión: más allá de lo hecho en pista, la ruta fue el hábitat de Adrián Riestra y eso lo convirtió en un referente del rally santacruceño. Este jueves se cumplen dos años del últimos adiós al piloto que hizo historia para Santa Cruz La Opinión Austral decidió homenajearlo.

Compañeras incondicionales: su esposa Maribel y sus hijas Rocío y Candela.

Mirando a su padre Teddy desde la cuna, el riogalleguense -fana del karting- se subió a su primer auto de carrera a los 18 años. Fue en la categoría 850cc para la Doble Horquetas, aunque el inicio estuvo lejos de ser el soñado: no logró terminarla.

Con esa experiencia vivida, apostó a una Dodge y se metió al Stock Pista Patagónico durante siete años con el mismo auto. En 2010 un Ford Falcón fue adquirido por Riestra para subirse al “1” del podio en 2012 (tres finales) y 2013 (una final). En la divisional, que permanece hasta el día de hoy, Adrián sumó casi 50 fechas y los últimos giros datan del 11 de mayo de 2013.

Aunque la ruta aparecería en la vida de Riestra para convertirse en su cable a tierra. Eduardo, su papá, lo había hecho en las décadas del 50‘ y el 60‘ siendo un gran protagonista del automovilismo fueguino.

El primer desafío fue el Gran Premio de la Hermandad, una competencia histórica que nació en 1974 y arrastra una mística patagónica. Atraviesa más de 400 kilómetros entre territorio argentino y chileno. “Confraternidad social” entre ambos países se supo explicar en alguna oportunidad en referencia al significado de esta disputa.

El legado de Adrián arrojó un logro histórico: Candela, su hija, se convirtió en 2021 en la primera mujer en consagrarse campeona del automovilismo zonal de Santa Cruz

En su primera participación, el riogalleguense terminó internado en Punta Arenas tras la hoja de ruta. Eso pasó al anecdotario en 2015, con su tercera presentación, donde se quedó con la corona de la categoría D.

06:35:47,39 fue la marca con la que logró quedarse con el Gran Premio de la Hermandad.

Riestra consiguió el título, junto al chileno Víctor Mallada como navegante, en una apretada definición. Con el abandono de Dante Stork, la lucha fue con el binomio riograndense Alfio CárcamoVíctor Cárdenas. Sólo 50 segundos los separaron tras el último tramo, su marca fue 06:35:47,39. El santacruceño estuvo a punto de repetir en 2019, cuando el triunfador fue Eduardo Mladinic. Particularmente, en el regreso después de tres años sin acción por el COVID19Mallada participó este 2022 y en su máquina portó una leyenda recordando al santacruceño.

Recuerdos

“El mejor de los amigos, siempre tendía la mano y era muy consejero. Conversábamos seguido, es difícil describirlo. Compartí con muchos pilotos y es con el que más disfrute. Me acuerdo que lo invité a conocer unos campos en Punta Arenas en ‘cuatri’, resulta que era una carrera de enduro y recién le dije cuando estabamos todos en grilla (risas)”, compartió y se emocionó “Cato” Mallada, el puntarenense que lo acompañó en el GPH.

El chileno Víctor Mallada, su compañero en el título del Gran Premio de la Hermandad.

“Nunca te dejaba a pie, era una gran persona. En todo lo que hizo, estuve cerca de él para sus grandes carreras. Lo mismo cuando su hija (Candela) se inició. Le dije que ‘Cande’ iba a lograr grandes cosas, la veía con muchas agallas. Siempre estuvo a disposición de las entrevistas. Lo seguí en toda su trayectoria”, contó Néstor Sapunar, periodista local reconocido en el ámbito “fierrero”.

Actualmente, el legado de Adrián arrojó un logro históricoCandela, su hija, se convirtió en 2021 en la primera mujer en consagrarse campeona del automovilismo zonal de Santa Cruz. Además, en el Campeonato 2022, la riogalleguense es líder y busca el bicampeonato de la Fórmula Santacruceña.

Sumado a eso, la joven de 22 años participó del Rally de los Glaciares y fue “auto 0” en la 6° edición con el VW Gol Trend que fuese manejado por su papá. En la premiación, el municipio calafateño homenajeó al piloto con un reconocimiento entregado a su compañeras incondicionalesMaribel, su esposa junto a Rocío Candela, sus hijas.

Con una personalidad única y un amor terrible por los fierros, Riestra transmitió pasión a bordo. Una historia y una ruta que jamás se olvidará.

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