“Era muy chico cuando empecé con el folklore, hacía gimnasia artística en el Boxing y Anita, una amiga de toda la vida, me dijo: ‘Lau, quiero bailar folklore, pero no quiero otro compañero que no seas vos’. Ella me metió a mí”, recuerda Lautaro Driussi a La Opinión Austral.

Asistía al taller infantil que dictaba Malvina Sandoval solamente para acompañar a su amiga, hasta que conoció el malambo y en 2013, Laborde. “Ahí me cambió toda la perspectiva”.

De sus primeras presentaciones, cuenta “me gustaban los nervios previos a salir, eran sensaciones muy nuevas. Había competido en gimnasia, pero era otra cosa, están los jurados y hay público, pero son tus compañeros, es una competencia mucho más formal que la de folklore. Más allá de que lo habíamos recontra ensayado, recuerdo tener muchos nervios antes de salir al escenario, algo que con la gimnasia no me pasaba, hasta el día de hoy por ahí tengo ese cosquilleo en la panza antes de salir”.

“La primera vez que subí a zapatear en un festival, hice un malambo norte con Lucas Rodríguez, que al día de hoy es mi profesor, yo era muy changuito, fue hermoso. Estaba super nervioso y cuando subí fue: ‘Ya está, estoy acá’. Y así empezó”.

El malambo es un cable a tierra, me siento yo, siento que puedo ser yo

“Lucas nos había mostrado videos de Laborde, recién estaba empezando la moda de YouTube y de a poco subían videos viejos. Con mis amigos Ángel Triviño y Joel Barrientos, nos juntábamos los viernes a la noche a mirar videos de malambo, teníamos ese hambre de querer ir, de querer conocer el festival y fue así, en Río Turbio presentamos Cuarteto Combinado de Malambo Menor y fue la primera vez que pasamos, estábamos re felices. Conocimos Laborde en 2013, cuando llegamos el festival nos voló la peluca y ahí empezó la locura”.

Después, representando a Santa Cruz y en diferentes categorías, llegarían más viajes a Laborde y en 2018, el título de campeón nacional juvenil.

Tras finalizar la secundaria, Lautaro se mudó a Córdoba y luego a Buenos Aires. Integró Flor de Amankay y el ballet ganó en la sede Merlo, logrando la clasificación al Pre Cosquín 2022.

“El año pasado fue un año muy duro en cuanto a preparación. Con el, a mi criterio, mejor ballet de la Argentina, nos preparamos para un Pre Cosquín, pasamos a la final y eso significó un desgaste psicológico y físico que me costó soportar“.

Este año había decidido parar, no quería bailar más folklore. Había empezado a hacer acrobacia otra vez, a reencontrarme con mi primer amor”, comenta. Además, comenzó a tomar clases de danzas urbanas y contemporáneas. “Al folklore casi lo había dejado de lado”, señala.

El desgaste y estar lejos de los afectos le pesaban. “Había días que la cuesta era muy para arriba y en esos momentos me calzaba las botas de potro, me iba a ensayar, eso me desconectaba y me hacía bien a la cabeza”.

Regresar

En agosto pasado regresó a Río Gallegos por, supuestamente, 15 días. “Cuando llegué acá cambió todo porque volvimos a zapatear con los chicos de toda mi infancia, me vi envuelto en un cuarteto que los chicos ya estaban haciendo. Así empezó la locura de decir: ‘Me presento al Pre Laborde’, me dieron ganas de competir, me dio ese hambre otra vez”, explica.

En muy poco tiempo se preparó y presentó al selectivo que se desarrolló en Río Gallegos y ahora, con 20 años, clasificó en la categoría aspirante a campeón nacional.

Al malambo lo une una fuerza casi gravitacional. “Es un cable a tierra, me siento yo, siento que puedo ser yo y sacar un montón de cosas, es algo que hasta ahora no lo he experimentado en ninguna danza o deporte, soy yo, es Lautaro zapateando”, expresa.

Ahora, en casa, su objetivo inmediato es prepararse para representar a la provincia cuando, en enero, tenga lugar la 55° edición del Festival Nacional de Malambo.

Más adelante seguramente se prepare nuevamente para Laborde o Cosquín, siempre con el acompañamiento continuo de sus padres, Malvina y Lucas, y su equipo de trabajo.

Cerrando, sobre la danza dice “te lleva a que te guste tu tradición. Concurro a festivales y hay mucha gente joven, la mayoría, entonces no sé si la tradición está tan perdida como se dice. Incluso hay nenes a los que ves zapatear y decís: ‘Acá tenemos semillero para rato‘, eso también es parte del laburo de los profes”.

La tradición nunca va a morir, estos festivales grandes siempre van a estar, una guitarreada siempre va a estar, eso es tradición, no es que sí o sí tenés que estar vestido de paisana, ¿por qué?”, selló.

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