Por Jorge Cicuttin

Se constituye como la figura principal del Ejecutivo, refuerza su poder dentro del Frente de Todos y pasa a convertirse en un presidenciable para el espacio en 2023.

La oportunidad, se dijo, era una vez salidos de la pandemia, también después de la derrota en las elecciones legislativas de 2021, o seguro tras la abrupta renuncia del ministro Martín Guzmán. Pero no ocurrió. En ninguno de estos casos se concretó el necesario “relanzamiento” del gobierno nacional.

En cambio se optó por parches, cambios acotados de nombres, ninguna política de fondo. La idea de recomponer la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner y con eso “aguantar”, no funcionó. No fue suficiente frente al avance especulativo de precios y dólar. Todo se agravó en vez de tranquilizarse.

Agosto amanecía con datos alarmantes: una inflación del 7% como piso, un dólar que llegó a los 350 pesos, granos almacenados en silobolsas sin liquidación a la vista, las calles estalladas con reclamos y advertencias de “sangre”. Y la espada del FMI sobre la cabeza de todos.

Ya no quedaba tiempo para “ver qué pasa”. En el almuerzo que el Presidente tuvo con los gobernadores peronistas el último miércoles, éstos fueron contundentes con sus reclamos de una reacción política fuerte. Los empresarios con diálogo con el Ejecutivo coincidieron con los mandatarios provinciales. Se acababa el tiempo.

Sin reacción, no había techo para la crisis. Se olía un vacío de poder que los viejos dirigentes peronistas y con poder territorial, sean gobernadores como intendentes, lo sentían como terminal.

Y entonces volvió a surgir la figura de Sergio Massa. ¿Por qué no se tomó esta opción directamente tras la renuncia de Martín Guzmán y se optó por Silvina Batakis? Se ofrecen distintas respuestas. Una bastante creíble, al menos a criterio de quien escribe esta columna, es que las demandas de “superpoderes” de Massa un mes atrás le sonaban excesivas tanto al Presidente como a la Vice.

En este país los hechos se precipitan de una semana a otra, y lo que entonces parecía mucho ahora suena entendible. Tanto Alberto como Cristina –esta última en reuniones privadas, no en público-, avalan el súper ministerio de Sergio Massa.

¿Es un relanzamiento o un nuevo gobierno? Parece más lo segundo que lo primero. Porque estamos frente a una situación institucional y un modelo de gestión inédito para nuestro país.

“Este desgaste dejó a Fernández sin más opciones que resignarse al papel de presidente protocolar, casi a la europea, que ejercerá de ahora en más”, escribió Alejandro Bercovich en su última columna en BAE Negocios. Una manera elegante de explicar que con estos cambios el poder presidencial queda muy desgastado.

Siguiendo con esta comparación con Europa, Massa pasó a convertirse en una suerte de primer ministro y toma la centralidad política del gobierno. Se constituye como la figura principal del Ejecutivo, refuerza su poder dentro del Frente de Todos y pasa a convertirse en un presidenciable para el espacio en 2023.

Massa viene preparándose para este escenario aún desde antes de la renuncia de Martín Guzmán. Es mucho lo que arriesga, porque la situación es muy difícil.

Por el momento su aparición en la centralidad política fue bien recibida por los mercados financieros, los empresarios, gobernadores y hasta por la Sociedad Rural, ya que su presidente en la inauguración de la exposición este sábado le ofreció una puerta abierta. Las distintas cotizaciones del dólar perforaron los 300 pesos. Ese fue todo un gesto. Hablamos de gesto, no de carta en blanco. Y un gesto que no se prolongará por mucho tiempo.

El súper ministro de Economía anunciará este lunes a sus colaboradores. El martes presentará la renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados y anudará la sucesión. Jurará luego frente a Alberto Fernández y el miércoles anunciará las primeras medidas.

Frente a esta situación, la oposición reaccionó con cierta incomodidad. Entiende que no puede aparecer apuntando sus cañones contra Massa desde el arranque, más después de la reacción empresaria y de Estados Unidos, país con el cual el hombre de Tigre tiene relaciones muy bien aceitadas.

En Juntos por el Cambio permanecen expectantes. No dinamitan puentes, solo se animan a decir que “todavía falta un plan”. Veremos qué dicen después del miércoles cuando Massa anuncie las primeras medidas.

Mientras tanto, la inflación de julio será exorbitante y la de agosto arranca mal. Los salarios siguen en niveles muy bajos y los jubilados siguen con una mínima de 37.000 pesos y en agosto continuarán sin cobrar ningún bono que mejore su situación.

Mucha es la expectativa que acumula el miércoles, día de anuncios. El país necesita tanto medidas de mediano y largo plazo como medidas urgentes que hagan frente y ayuden a una población empobrecida. Es mucho sobre los hombros de un súper ministro que carece de súper poderes, como en el terreno de las historietas.

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